miércoles, 21 de mayo de 2014

Breverías. El cirio encendido.

Y esas sábanas, empapadas por aquellas gotas de sudor que tu piel exhaló cuando fue usado por última vez, se encogieron para cubrir todo tu ser. Al atardecer, cuando te despertaste, una brisa recorrió tu cuerpo; sí, fue aquella misma brisa que lo hizo momentos antes de que tu piel empezara a sudar. Y tan pronto empezó a recorrer tu sudorosa piel, empezaste a tener de nuevo aquellos mismos sueños libidinosos que te acompañaron la noche anterior.

Te maquillaste y te pusiste aquella tela que tú sola llamabas vestido; te dirigiste a la cocina, comiste, vomitaste y encendiste un cigarro, junto al pájaro que tienes en el patio que da al del vecino. Mirada perdida. Labios mal pintados. Decidiste que no era el día para salir. Te quedaste a contemplar el patio comunal de aquel edificio en el que vivías; las piezas de ropa de los demás vecinos se querían suicidar, porque se sentían abandonadas tras ser usadas. Algo viste en ellas que te pareció familiar.

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