sábado, 24 de junio de 2017

«El país de los ciegos», de H. G. Wells


Confieso que este libro, que más bien llamaría «librito» por su extensión, lo leí hace escasamente unas semanas.

Aunque suene raro, es el primero que leo de este clásico autor considerado, junto a Jules Verne, como uno de los padres de la ciencia ficción (género, que a la postre, se extendería a otros medios de comunicación de masas como la radio, el cine, etc.).

Es un relato este que tiene tintes de fábula. Una fábula que bien puede entenderse atemporal, como todas las fábulas, debido a que su mensaje, en esta ecuación, no es precisamente una variable sino que se disfraza de constante para perpetuarse en la cultura colectiva del ser humano.

En cuanto a su contenido, narra la historia de un explorador que, debido a un accidente mientras escalaba unas montañas en los Andes, llega a parar a un valle donde se encuentra con una comunidad de personas que viven ajenas a la evolución del resto de la humanidad y que están afectadas por un mal congénito: son ciegas.

Pronto se da cuenta de que estas personas son diferentes pues un mal las impide ver desde hace catorce generaciones. Él, en su sana intención de dar a conocer a esas personas lo que su ceguera les ha privado, insiste en hablar de ideas tales como que el “cielo es algo más que el techo de una caverna" (idea esta última que sostienen los habitantes de esa particular villa). Pero ellos, embuidos en su defecto, lo toman como un ser que aún no ha evolucionado o que está “incompleto”. Se sucede así un “tira y afloja” entre el protagonista y los ciegos que terminará en…; bueno, lo mejor es que lo leáis... y que saquéis vuestras propias conclusiones ;) 

Aflora en el mensaje, y muy a las claras, el mito de la caverna de Platón, entre otras referencias filosóficas. Pero, vayamos más allá; para ello, empecemos por el principio y, al final, os dejaré que saquéis vuestras propias conclusiones.

Ya sabéis la historia (no hay más, de verdad): un explorador, desprovisto de todo defecto físico, se encuentra con unas personas que no ven (hasta aquí, todo es “normal”: el autor justifica la ceguera debido a una enfermedad que se ha propagado durante generaciones y generaciones). Lo que ocurre a continuación da más que pensar: el enfrentamiento entre el recién llegado y los moradores de ese valle por querer imponer al otro bando su idea del mundo: que si “esto es hermoso, que no sabéis lo que os estáis perdiendo…”, que si “tú eres el ser que está loco, nada evolucionado y que, por lo tanto, tenemos que ‘curarte’…”. Vamos, que la tensión aumenta a medida que se desarrolla la acción.

Ahora llega mi reflexión, una de las miles que hay tras leer el libro: ¿hemos de pensar que hay un “bueno” y un “malo” en esta historia? ¿Por qué? Cada bando tiene sus razones para posicionar sus ideas; por ello, no hay que señalar ni a ellos ni a él como responsable de la confrontación de ideas antagonistas.

El autor juega con uno de los órganos más importantes que tenemos (perdón, ¿de verdad que hay un órgano más «importante» que otros?; en todo caso, más «útil» para unas cosas que otro órgano, ¿pero se puede llegar hablar de «importancia» cuando nos referimos a un órgano?). Bueno, dejemos esta idea tan peregrina a un lado y centrémonos en el mensaje del libro. Decía que el autor pone el foco en la vista siempre; aquí, la vista es la protagonista, la reina (por ello el refrán que se repite sin cesar en el libro: «en el reino de los ciegos el tuerto es el rey»), la deseada por uno y totalmente considerada sin importancia para otros. ¿Pero se está refieriendo a la vista física, a la capacidad de ver o la usa como metáfora para discutir otros conceptos más importantes?

El autor juega doblemente con las interpretaciones y con la seguridad de que habrá confrontación en la interpretación de su mensaje…si es que la hay, claro está.

H. G. Wells nos acerca un escenario improbable (¿o probable?) en donde va más allá de la importancia de ver, de apreciar las cosas que, de manera altruista, nos regala la Naturaleza. Discute, creo yo, sobre la naturaleza humana de imposición de unos ideales a otro colectivo; el «porque yo lo veo, es verdad» se impone a la idea de la convivencia: ¿por qué la convivencia con otros seres tan distintos a nosotros se nos hace tarea ardua de conseguir? ¿Será por ese «defecto congénito» con la cual nacemos: el ego?

Os invito a que leáis esta novela y que compartáis vuestras reflexiones acerca de su mensaje en la sección de comentarios.

Sobre el autor

H. G. Wells

H. G. Wells nació un 21 de septiembre de 1866 en la localidad de Bromley (Kent, Inglaterra) y falleció el 13 de agosto de 1946. 

Cultivó la escritura creativa (algunas de sus obras más conocidas son: «El hombre invisible», «La máquina del tiempo» y «La guerra de los mundos»), la Historia y la Filosofía.

Ideológicamente, se le ha considerado de izquierdas, pensamiento que dejó muy bien claro en su primera, y ya citada, novela: «La máquina del tiempo». Siempre luchaba por la igualdad y, en esta novela de la cual hablo en este mismo post, lo deja más que patente.

Vivió una época muy convulsa: finales del siglo diecinueve (el imperio de la Inglaterra victoriana) y vivió los dos acontecimientos que asolaron el siglo veinte: las dos guerras mundiales.

Otra de las obras más famosas es «La guerra de los mundos», novela esta que fue leída por la radio y que supuso un hito en la historia de este medio.

Su vocación como historiador permitió que su imaginación se disparara en sus historias.

Créditos

  • Texto: fuente propia.
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